Quien esté
familiarizado con el apego del gallego a su huerta sabrá reconocer la
importancia real del jardín doméstico en esta comunidad. Nuestra querencia por
la huerta nos lleva incluso a llenar las despensas de nuestros allegados con
los productos de aquella que somos incapaces de consumir, esto demuestra que el
interés no es en absoluto meramente productivo. El verdadero cultivador gallego
disfruta en realidad con tan solo ver crecer sus frutos y hortalizas al igual
que el jardinero lo hace con sus plantas: ambos son, de hecho, la misma cosa.
El jardín original
nació con la función de satisfacer una necesidad primaria: alimentarse. Se comenzó
por cercar un trozo de tierra y así proteger de la naturaleza “salvaje” y de
los animales aquello que cultivarían en su interior (recordemos como ese acto es relatado por Daniel Defoe en su novela Robinson Crusoe), luego una huerta es un
jardín elemental.
Cuando no se trata de
una necesidad urgente, vital, el trabajo del “jardinero” es todavía exigente pero al mismo tiempo produce
diversión y nos abstrae de preocupaciones mundanas. La recompensa final llega
cuando lechugas, tomates, pimientos, calabacines… comienzan a salpicar con sus
colores el lienzo que con antelación ha abocetado el horticultor con sus
herramientas y sus semillas.
No falta tampoco el
agua, elemento indispensable en un jardín: “regos de auga” (como los
denominamos en gallego) se ramifican por el terreno, (contrariamente a lo que
ocurre cuando multitud de afluentes mueren en la corriente principal de un río
mayor) por entre los cultivos o aspersores rudimentarios que
salpican agua en ocasiones “sin ton ni son”. Porque nuestros “jardineros” son
además grandes “escultores” o "inventores". Disponen elementos de todo tipo entre
sus vegetales, a veces con una función dudosa y más bien decorativa al reciclar
hierros, plásticos, cds, cintas adhesivas… Podríamos hablar incluso de su
divertida indumentaria, también de reciclajes varios, que es idónea para su
trabajo y que casi parece un atuendo folclórico- postmodernista.
Un jardín doméstico en el que el jardinero se encierra en su interior, se aísla y se
concentra, trabajando el detalle, sacando una por una las pequeñas hierbas,
tratando de llegar a la minúscula perfección a la que aspira (él marca el tipo
de perfección que otros considerarían quizás como absurda). Algo tiene de
extraño encaje de Camariñas (no puedo yo también dejar de ponerme folclórica).
Con formas cuadradas,
rectangulares, cercados con distintos materiales, llenos de diferentes cultivos…
próximos al mar o a la montaña….Galicia se enriquece de una fuerte tradición "jardinera", que tendemos demasiado a menudo a menospreciar bajo la idea errónea
de que un jardín de flores es más
contemporáneo que una huerta.